El viernes 11.3.2011, en Pergamino, Laura Darder y Silvia Szwarc presentaron el libro En busca de lo singular, en presencia del autor. Lo que sigue es una reseña de la presentación.
Laura Darder
En referencia al sufrimiento actual y sus signos, la brújula siempre será la singularidad y la ética que nos guía hacia esta. El libro nos da una clave: “Al leer, debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos” (Nabokov). Aunque este libro puede leerse desde cualquier capítulo, de principio a fin presenta una continuidad lógica. Sus notas a pie de página, junto a los interrogantes planteados por el autor, dan pistas para seguir investigando. Entre las atenciones del autor para con el lector, se destaca un mapa y una brújula que son guías para recorrer la obra de Lacan, y la introducción de la noción de plot point para designar los giros mayores que esta experimenta. También el libro de Arenas tiene sus plot points, y uno de sus ejes es la dignidad como modalidad de lo singular: “¿No es la indignación, acaso, ese sentimiento que nos embarga precisamente cuando nuestra singularidad es cuestionada, desconocida, rechazada o arrasada?” (página 140). El comentario del film 2046 (en el capítulo “Una mujer”) y el caso clínico presentado en las páginas 212-213 son dos ejemplos preciosos de la relación entre dignidad y singularidad. Vale la pena releer el libro, pero, siguiendo a Nabokov, no hacerlo con el corazón ni con la cabeza, sino con la espina dorsal.
Silvia Szwarc
El capítulo “Una mujer” es rico, exhaustivo, riguroso y útil para ver cómo se pasa de la perversión masculina a hacer de Una-mujer un síntoma. Por otra parte, habría que discutir las polémicas consideraciones que contiene el libro acerca de lo real en la experiencia analítica, particularmente en lo que toca a la angustia.
Gerardo Arenas
La “cocina” de este libro está directamente vinculada a Los signos del goce, de J.-A. Miller, y a una pregunta que su lectura dejara abierta: ¿A qué se deben los cambios de rumbo que da Lacan a su enseñanza? La marca de esta pregunta, notoria en las referencias a mapas, brújulas y orientaciones en el libro, me permitió leer de un modo novedoso a Freud, Lacan y Miller, acercarme a ellos con nuevas preguntas, y pulir más la formulación de las mismas (por ejemplo, al interrogar el sintagma la orientación lacaniana es la orientación por lo real). Para concluir, tomo distancia de Nabokov en un punto: “Los analistas leemos con las orejas, no con la espina dorsal. Tenemos que hacer algo con lo singular, no simplemente quedarnos callados. Y aunque lo único que digamos sea Ajá, ese Ajá no estará puesto en cualquier lado”.